Claude Monet y la teoría existencialista de la creatividad

La teoría existencialista diferencia la seudocreatividad y la auténtica creatividad que da vida a algo nuevo, siendo posible únicamente cuando la persona está en contacto con su propio entorno.

La teoría existencialista diferencia la seudocreatividad y la auténtica creatividad que da vida a algo nuevo, siendo posible únicamente cuando la persona está en contacto con su propio entorno.

Rolo May describe a la creatividad como un “encuentro”,  el artista se encuentra ante el paisaje que quiere pintar, analizando sus diferentes perspectivas, iluminación y composición. Los medios de expresión se muestran como secundarios, dejando al mismo encuentro como elemento principal de la creatividad.

Como ejemplo podemos nombrar a Claude Monet, uno de los mayores exponentes de la corriente impresionista.

Juan David Chávez G. (2013) escribe. “Los impresionistas hicieron un llamado a la justa valoración del paisaje natural, de lo efímero y fugaz de la realidad, de las condiciones variables y relativas del mundo” (p.123).

Monet buscaba plasmar en el lienzo las impresiones que captaba por medio de sus sentidos utilizando la pintura como medio de expresión. Su trabajo es ampliamente reconocido, principalmente por su serie de “Las Ninfeas” la cual muestra un pequeño estanque y puente estilo japonés que él mismo construyó en su pequeña casa en Giverny, en este espacio Monet pintaría la mayoría de sus obras más reconocidas. La casa se convirtió en el mundo con el que Monet alcanza los encuentros creativos, percibiendo el color, forma y armonía.

“Monet no fija una realidad objetiva con ayuda de un efecto, sino que plasma el efecto mismo recortando para ello un trozo de realidad” (Ocampo, 1990, pp. 30-31).

Este encuentro con la realidad se mostrará en constante cambio a través del paso del tiempo fomentado por una enfermedad de cataratas, su época de expresión más abstracta coincide con el punto más alto de su degeneración visual. De este modo Monet muestra una tonalidad amarillenta y borrosa que intenta compensar en su obra con trazos irregulares. Este cambio queda demostrado en sus obras: El estanque de los nenúfares, en 1899 y El puente japonés, 1922.

Monet, C. (1899). El estanque de los nenúfares. [Óleo sobre tela].
Monet, C. (1922). El puente japonés. [Óleo sobre tela].

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